sábado, 22 de marzo de 2014

Las matemáticas muestran la dependencia de media Europa del gas ruso


Conexiones entre países exportadores e importadores de Gas. / PLoS ONE.org


Un modelo matemático muestra la dependencia europea de un pequeño abanico de países exportadores, con Rusia a la cabeza. Aunque con la llegada de la primavera, el gas ruso que calienta a media Europa ya no es tan importante, si Vladimir Putin cortara el grifo, pondría en serios aprietos a varias economías europeas. Sin embargo, ese mismo modelo ofrece una alternativa inspirada en cómo se distribuye la información en internet para que el continente sea más resistente a una crisis como la actual entre Ucrania y Rusia. 

La estrategia tradicional para asegurarse un suministro estable de gas se basa en la diversificación de los suministradores y el tendido de nuevos gasoductos. Pero ambas soluciones tienen sus limitaciones. La última requiere grandes inversiones y no menos grandes plazos temporales para completarla. La primera está sujeta a la geografía y a la economía. A España le resulta más barato traer el gas de Argelia que de Rusia, por ejemplo. 

Con el objetivo de medir la resistencia de las redes de gas natural que cruzan Europa en caso de una crisis o un conflicto, investigadores de varias universidades europeas han desarrollado un modelo matemático sobre la situación de dependencia actual y los posibles métodos para desengancharse de ella. En su estudio, publicado en PLoS ONE, tuvieron en cuenta no sólo el tendido de tubos actual y futuro, sino también la densidad de población y las principales áreas urbanas. Es en éstas donde se concentra la mayor parte del consumo de gas natural, un combustible que supone el 24% del consumo energético de Europa. Aunque el objetivo de los investigadores al dibujar el mapa actual no se centraba en Rusia, la crisis desatada entre este país y Ucrania obliga a destacar lo que su estudio muestra en relación al gas ruso. Su modelo permite saber qué pasa si alguno de los principales exportadores de gas es retirado de la ecuación. En todas sus simulaciones y para Europa en su conjunto, la retirada de Rusia sería la que tendría mayores consecuencias. 

“El escenario más desafiante es el de una hipotética crisis que pudiera cortar el suministro de Rusia a Europa”, escriben los investigadores. El gas disponible en la red de distribución caería hasta en un 32,7% si algo así sucediera hoy. Consciente de las implicaciones políticas de esta dependencia energética, la Unión Europea lleva años impulsando nuevos gasoductos. Pero incluso con su capacidad extra, Rusia aún sería el suministrador del 28% del gas que se consume en Europa.

Red actual y futura de distribución de gas con datos del año 2011. / Rui et al (PLoSONE.org)


El impacto no sería igual en todos los países. Algunos, como el Reino Unido o España, que importan y almacenan grandes cantidades de gas natural licuado (LNG), ni se enterarían de que Alemania, la República Checa y Eslovaquia tendrían hasta un 60% menos de gas disponible y Austria un 80%. Pero los países más afectados serían los del este de Europa. Polonia y Ucrania apenas recibirían el 5% del gas de antes de la hipotética crisis. El drama de Ucrania es doble. Además de depender exclusivamente del gas ruso, es, junto a Bielorrusia, su principal país de tránsito. 

Lo peor es que con el sistema actual no hay alternativa. La estructura de la red de gasoductos no está pensada para funcionar como una verdadera red. Su diseño jerárquico los hace vulnerables y, con muchos de ellos de sentido único, impediría que otros países cubrieran el hueco de Rusia. De hecho, el estudio muestra que si Noruega y Países Bajos (quinto y noveno países productores respectivamente) aportaran más gas a la red, esto sólo provocaría un embotellamiento que acabaría afectando también a los menos dependientes del gas ruso. 

La solución está en internet 

Inspirados por la forma descentralizada en la que los datos viajan por internet, los investigadores han creado un algoritmo que al menos en teoría, minimizaría el impacto de la retirada de un gran exportador del mapa y evitaría embotellamientos al reorientar el tráfico del gas. En su modelo, una crisis con Rusia que supusiera que su gas no saliera de sus fronteras, podría pasar casi desapercibida gracias al bombeo de gas noruego y holandés hacia los países más afectados por el corte ruso. Y lo mismo si el problema surge en esos dos países o en Argelia. 

Para conseguirlo, debería implantarse un sistema descentralizado que premiara (con precios de interconexión reducidos o gratuitos, por ejemplo) el desvío del gas hacia los tubos menos congestionados y cargara con costes extra a los países que no rebajaran su demanda en ayuda de los más afectados. Pero para conseguir aplicar un modelo como éste, antes habría que conseguir que los países delegaran la gestión del gas en la tecnología y que la política dejara paso a las matemáticas.


Escrito por: Miguel Ángel Criado
Publicado en: Cuarto Poder
 

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